Estábamos respondiendo la pregunta cómo escribir, de la cual hemos abarcado ya dos puntos de los tres que te compartí: leer mucho y escribir mucho. Ahora vamos al último: vivir mucho.
La vida no es sólo libros y escritura. Hay un mundo allá afuera que nos espera. A eso se refería mi maestro con vivir mucho. No se trata de vivir en exceso ni de experimentarlo todo. Se vale, pero si te excedes es muy probable que te ganes unos cuantos problemas. En mi caso, por querer vivir en el exceso, por querer vivir mucho con el pretexto de experimentarlo, tuve problemitas con mi manera de beber, entre otras cosas.
Evita las ideas estúpidas de que “drogado escribo mejor”. Es más: evita a la gente que te dice eso. He conocido personas que lo hicieron y cuando dejaron de consumir su droga ya no pudieron escribir. Entonces que no era lo suyo.
Escribe sin anestesia, siente las emociones así como van; recíbelas, ámalas y vívelas, tus personajes lo agradecerán y, más adelante, algún lector que se identifique con ellas te tendrá consideración para ponerte en su librero de escritores favoritos.
Vivir mucho significa que las áreas de nuestra vida estén cubiertas y qué mejor si podemos disfrutarlas todas ellas: pareja, familia, trabajo, recreación, ejercicio, religión, etcétera.
Viaja, ama, ríe, sal con amigos, amárgate también (por qué no). Toma un boleto y súbete a un autobús. Mira el paisaje, los árboles, los bosques, la neblina en los puentes. La carretera es una fuente de inspiración; lo sé porque de ahí nació una novelita titulada Viajeros en el umbral. Vive, experimenta y, sobre todo, haz servicio a los demás.
Contribuir a hacerle la vida mejor a otra persona es una fuente de inspiración, no sólo hermosa; nos acerca casi a lo divino, donde también ahí nos esperan las musas; es más, creo que es más fácil hacer contacto con ellas cuando estamos viviendo en el mundo.
No te quejes, escribe tus quejas. Hazles una historia. Pon a un personaje en una situación que te desagrade y mira cómo se las arregla para salir de ella. ¿Perverso? Sí, pero también muy divertido. Y al final de cuentas, no le haces daño a nadie, a comparación de que si te quejas, puedes aburrir a los que están cerca de ti e, incluso, tener problemas con alguien más. Límpiate las manos de emociones negativas.
La escritura también es terapéutica y de pronto, en una de esas, sale una historia a la cual le puedas entregar el tiempo y curarte de la emoción que te había aprisionado al principio.
Así nació La comedia de Dante, una novela que quiero mucho y con la cual me divertí. Lloré y mucho, porque habla sobre las pérdidas: mascotas, amistades, mi padre.
Es cierto, la escribí en su mayoría estando borracho. A los pocos meses dejé de beber. Y con el paso del tiempo descubrí que me gustaba más escribir estando sobrio. Lo seguí practicando y ahora me divierto muchísimo. Y sigo sobrio un día a la vez, gracias a Dios.
lunes, 4 de mayo de 2020
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