lunes, 20 de abril de 2020

CÓMO ESCRIBIR

Ya respondimos el quién y el qué, ahora vamos al cómo.

El cómo llega con la práctica. No esperes a las musas. Son caprichosas, yo las detesto. Sí, está bien que de pronto te llegue una revelación y tengas el impulso de sentarte a escribir en ese preciso momento, porque se te ha ocurrido algo maravilloso.

Pero no siempre sucede así.

La inspiración debe encontrarnos trabajando (otro lugar común). Es verdad. La disciplina y el trabajo nos llevarán a trascender a las musas. Y si no vienen, no importará tanto, porque tu convicción está por encima de ellas.

La mejor enseñanza que me han dado se la debo a mi profesor de literatura en la preparatoria. Me dijo que si quería ser escritor debía hacer tres cosas, nada más: leer mucho, escribir mucho y vivir mucho. En ese orden.

LEER MUCHO

Un escritor que no lee, no es escritor. La materia prima es el lenguaje, las palabras. Leer mucho y de cualquier cosa nos dará muchas herramientas: más palabras, mayor capacidad de imaginar y de reflexionar, de pensar y estructurar oraciones en la hoja, de conocer otros estilos narrativos y adaptarlos al tuyo, etcétera.

Aunque te dediques a escribir cuentos, lee novelas también; lee muchos ensayos y muchos libros de poesía. Lee obras de teatro, artículos de revistas que sean de tu interés o de las áreas que te agradan.

Por ejemplo, a mí me gusta leer novelas de cualquier tipo. Disfruto las sagas épicas o de animales, como Los Gatos Guerreros, de Erin Hunter, o La torre oscura, de Stephen King. Me gusta leer a Italo Calvino, a Luis Sepúlveda, a Fernando del Paso, a René Avilés Fabila.

Después de que leo una novela extensa, como Bomarzo o Rayuela, acudo a leer cuentos. Acudo a Juan Rulfo, a Jorge Luis Borges, a Mario Sánchez Carbajal, o a alguna antología de género para distraer mi cabeza y relajarme.

Busco también intercalar mis lecturas de novelas con poemarios. No siempre acudo a los mismos autores. Tengo la fortuna de tener una madre escritora de poesía. Eso significa que tenemos muchos libros del género.

Hace poco leía por primera vez a Ernesto Lumbreras y descubrí una sensación maravillosa. Lo mismo me sucedió al conocer a Eva de Angelis. Pero si me preguntas por autores favoritos de poesía, podría mencionar a Octavio Paz, Carlos Pellicer, Raúl Bañuelos, Ignacio Martín, Roberto López Moreno, Ciprián Cabrera Jasso, entre otros. Me gusta leer a los poetas malditos, pero no estoy tan clavado en el género. Eso está bien cuando eres estudiante. Pero hay que leer a otros más.

Te recomiendo que leas ensayos. Si vienes de leer una novela que te ha dejado no sólo placer y encantamiento, sino cansancio también (las aventuras fatigan y los héroes deben descansar para recuperar fuerzas), te sugiero que leas ensayos breves.

Hay sinfín de antologías con ensayos: por género, por país, por tema, etcétera. En internet te puedes encontrar muchas cosas interesantes, pero no hay como regresar a lo esencial: los libros.

Ahora que si bien, terminas de leer algo breve como una antología de cuentos, de poemas o de artículos de tu interés, intenta acercarte a un ensayo más largo y complejo. Yo he disfrutado mucho leyendo a Calvino, a Octavio Paz o a Maeterlinck.

Acude a los grandes autores que nos sugiere la Historia o a los que leen tus héroes, es decir, los escritores y artistas que admiras.

Debo confesarte algo: no siempre me gustó leer.

Los primeros años de mi vida prefería hacer otras cosas: jugar futbol o videojuegos, por ejemplo. Fue hasta vi la película “The doors”, de Oliver Stone, que me encontré con Jim Morrison, un personaje que me dejó deslumbrado, no sólo por su desenfrenada forma de vida, sino por su escritura.

Una vez fui con mis padres a las librerías de viejo en el Centro Histórico de la ciudad de México y encontré una biografía de Jim. No sólo eso: dos libros con sus poemas. Los devoré. Y comencé a leer a los autores que Jim acostumbraba: poetas y filósofos. Y desde entonces no paro de leer.

¿Recuerdas que te comenté antes que al principio imitamos a nuestros autores favoritos? Es normal. Cuando leí Bomarzo, de Manuel Mujica Lainez, me dieron ganas de escribir una novela histórica. No quito el dedo del renglón (otro lugar común), pero no es lo que deseo escribir ahora.

En este momento, estoy encauzando mi energía en otros proyectos, por el gusto de hacerlo nada más, ni siquiera ya lo hago por publicar (porque a veces pensamos que publicar es la consecuencia de escribir, y hasta cierto punto es verdad. Pero tampoco lo es del todo).

Dicen por ahí que si quieres escribir una novela de fantasía, leas novelas de fantasía: El señor de los anillos, El Silmarillion (que yo prefiero mil veces antes que El señor de…), Crónicas de Narnia, Loba (de Verónica Murguía), Dragonlance (de Margaret Weis y Tracy Hickman), entre otras. O, por ejemplo, si quieres escribir novelas de terror, leas Drácula, a Edgar Allan Poe, a Lovecraft, a Stephen King.

Es obvio que si estás trabajando en un ensayo sobre la Independencia de México, tengas que leer del tema para documentar tu trabajo. Si quieres escribir poemas de amor, está bien, lee del tema...

...pero ahí viene mi recomendación.

Cuando estoy escribiendo algo de fantasía, por ejemplo, procuro no leer del género.

Cuando trabajé en la saga Guerreros Celestiales, lo que menos leía era fantasía; es decir, cuando estoy en un proceso creativo leo otras cosas distintas, siento que así no contaminas tu texto con cosas del género.

Mencioné proceso creativo. Gran parte de tu trabajo, o del mío al menos, es pensar; construir la imagen que sigue en la trama y después traducirla al papel. Aquí vas conjuntando inspiración con trabajo, con ensayo y error. 

Recuerda que escribir es como un oficio, tan noble y digno, como el trabajo de un plomero o un carpintero. La cosa es que tú encuentres tu ritmo y tu método.

¿Cómo?

Con el siguiente apartado: Escribir mucho.

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